Ayer saqué a pasear a Castiel, mi perro, junto con Cristina, mi mujer. Íbamos a dar un paseo, tomar un poco el aire, disfrutar del fresco y estirar las patas del perro. Es algo que hacemos con frecuencia. Cerca de casa, no muy lejos, había un señor de menos de 40 años, muy delgado, en una silla de ruedas, con un aspecto algo descuidado, casi de indigente, y digo esto con todo el respeto.
Estaba atravesado en la acera. Cristina y el perro pasaron por un lado, y yo por el otro. El hombre me dijo: “Por favor”. Tenía la típica actitud de quien va a pedir limosna, pero continuó: “Necesito un favor”. Cristina se apartó un poco, y yo le pregunté qué necesitaba. Me dijo que quería que lo llevase a la farmacia.
Hasta para la mendicidad, es importante tener un proceso comercial diferente a los demás y lo importante siempre. es que lo que haya detrás sea…VERDAD.
Mi primer impulso fue decir que sí. Una persona con movilidad reducida que necesita ayuda merece apoyo. Somos vendedores, y estamos para ayudar. Cogí la silla de ruedas y me dijo que quería ir a la farmacia de la gasolinera a unos 1000 metros. Desde donde estábamos se veía la gasolinera, y como conozco el barrio, también sabía que muchas farmacias estarían cerradas un sábado por la tarde.
Cristina se quedó con el perro y yo empecé a empujar la silla. Al avanzar, me fijé que tanto la silla como sus manos estaban bastante sucias. Tenía un aspecto descuidado. Cuando llegamos a un semáforo, mientras esperábamos, noté que me observaba de reojo. Entonces me pidió otro favor: “¿Me puedes dejar 3 euros?”. Ahí empecé a sospechar. Además, ahora decía que la farmacia no era la de la gasolinera, sino otra más lejana.
Busqué en mi cartera, pero sólo tenía un billete de 20 euros. Cristina ya estaba lejos y empecé a atar cabos. La historia no cuadraba. Cuando llegamos a la gasolinera, le dije: “Aquí se bifurcan nuestros caminos”. Le di los 20 euros y me fui. Al cruzar la calle, miré de reojo y él ya no estaba. Resulta que sí podía moverse por sí mismo.
No pasa nada. Estoy seguro de que necesita esos 20 euros más que yo. Pero esto me hizo reflexionar sobre muchos temas. Uno de ellos, por supuesto, es la venta. Si me permitís la analogía, este hombre representa una “mala venta”.
Al principio, su planteamiento parecía sincero, distinto. Como cuando un vendedor se presenta con una propuesta diferente. Consiguió mi atención y mi confianza. Pero luego, cuando empezaron las contradicciones y las señales confusas, empecé a sentirme manipulado. Me vi obligado, por cortesía o compasión, a continuar. Hasta que decidí cortar por lo sano.
Un buen vendedor no manipula, no miente ni fuerza. Un buen vendedor propone, ayuda y crea una relación de confianza. Cuando sentimos que alguien nos presiona, nos alejamos. Igual que lo hice yo.
Esta historia también me hizo pensar en la clase política. Nos prometen cosas, nos generan confianza, nos piden apoyo… y luego, una vez tienen nuestro voto (nuestro dinero, nuestro esfuerzo), nos manipulan. Nos decepcionan. Se aprovechan de nosotros.
El problema no es solo que algunos políticos nos mientan o nos usen. El verdadero problema es que no hacemos nada. Que seguimos permitiéndolo. Que mientras tengamos nuestra cervecita o nuestras vacaciones, seguimos callando. Nos están quitando oportunidades, futuro, recursos. Nos están quitando dignidad y libertad.
Veo una sociedad cada vez más polarizada. Nos enfrentan: hombres contra mujeres, trabajadores contra empresarios, ciudadanos contra ciudadanos por el color de su partido. Todo para mantenerse en el poder. Para seguir beneficiándose de nuestro esfuerzo. Y muchos siguen creyendo lo que dicen. Esa es la mayor tristeza.
Hoy he compartido esta historia personal no solo para hablar de ventas, sino también de valores. La enseñanza no está solo en el engaño de aquel hombre en silla de ruedas, sino en la similitud con lo que pasa cada día a nuestro alrededor, en nuestro país, en nuestra sociedad.
No podemos seguir siendo espectadores. Debemos actuar, reflexionar, exigir integridad y honestidad. En política. En las empresas. En la venta. En la vida.
«No tienes que ser grande para empezar. Pero tienes que empezar para poder ser grande» —Zig Ziglar
Gracias por leerme. Me encantaría conocer tu opinión sobre esta historia. ¿Te ha pasado algo parecido? ¿Crees que hay paralelismos entre una mala venta y una mala política?
Puedes leer más reflexiones como esta en nuestro blog de ventas en www.vasavender.com.
Foto de Hans Moerman en Unsplash